La distópica economía del campo de refugiados de Dzaleka y algunas otras notas sobre economía

Comienzo con cuatro artículos que tratan, sobre todo, del Reino Unido pero con lecciones fácilmente extrapolables a otros países:

  1. En The breaking of Britain’s National Grid se discuten los problemas que acarrea la red eléctrica de ese país. Es cierto que tiene que readaptarse a un mundo en el que la generación ha cambiado: ya no es un sistema centralizado alrededor de grandes plantas de carbón. Tiene también que integrar la producción renovable, que en el RU se concentra en regiones remotas, alejadas de los grandes centros de consumo. Pero el artículo omite discutir el gran problema: que los precios de la electricidad están distorsionados y no reflejan la realidad material del mercado. ¿No es obvio, artículo en mano, que mucha industria electrointensiva debería moverse a donde está actualmente la generación? ¿Pero qué incentivo tendría si los precios son iguales por doquier?
  2. Este otro artículo, Britain’s government has entered the steel industry with no plan, tiene ecos entrañables de los setenta. No funcionará, obviamente.
  3. En Britain’s worklessness disaster se trata el hecho de que cada vez hay más trabajadores afectados por bajas de todo tipo. Además, apunta una de las causas: que la gente, hoy en día, está más avisada sobre los mecanismos para conseguir todo tipo de beneficios exprimiendo al máximo el estado del bienestar y el papel que TikTok y otras redes sociales similares juegan al respecto. Cosa de la que ya traté en Tiktok contra el estado del bienestar.
  4. HENRY significa high earner not rich yet y en Who will speak for Henry? The Economist discute cuántos son, su importancia económica, cómo son maltratados —sobre todo, fiscalmente— por el gobierno y qué consecuencias puede eso traer en el medio plazo, conforme la conducta de los agentes involucrados vaya haciendo converger el estado de las cosas hacia su equilibrio previsible.

En Shrinking Hierarchy, David Friedman especula que —en parte, gracias a la IA— no necesitaremos estructuras productivas tan complejas como antaño. Hay mucha teoría de por qué tenemos grandes empresas en lugar de una tupida red de contratos entre trabajadores autónomos y la respuesta a esa pregunta tiene que ver con la complejidad de la coordinación de todas las interacciones. Pero la tecnología ha resuelto parcialmente este problema. Así, el autor escribe:

Se sigue que cualquier cosa que hace decrecer los costes de transacción reduce el tamaño óptimo de las empresas. En el caso límite, este se reduciría al de un individuo.

Una visión opuesta la da implícitamente esta serie de artículos recomendada por Tabarrok sobre cómo funciona el sistema. Trata de esos grandes sistemas (suministro de energía, redes de comunicaciones, etc.) sumamente complejos que operan constantemente y sobre los que está basada nuestra prosperidad pero a los que apenas prestamos atención. El objetivo de la serie es levantar el capó de esos sistemas para que podamos apreciarlos en su justa medida, aprendamos a valorarlos y dejemos de darlos por hechos.

Inside the interconnection queue ofrece, en particular, una pequeña visión de las sutilezas de la gestión de la red eléctrica en los EEUU. En particular, del procedimiento para añadir nuevos nodos al sistema.

Otro sistema complejo (aunque en este la complejidad no venga derivada de dificultades materiales sino políticas) es el de las pensiones. En Reforma de las pensiones en España: Propuesta para un sistema sostenible se discute una propuesta que se resume esencialmente en una progresión hacia un sistema de cuentas nocional (que registran lo que cada cual ha aportado y que sirve después para calcular la pensión que recibirá). Lo que nunca tratan quienes discuten estas cuestiones es qué pasa actualmente y qué pasaría tras la reforma con la gente que fallece antes de cobrar pensión alguna.

En EEUU el mercado de las medicinas para animales se ha liberalizado, es decir, el regulador ha dado mucha más manga ancha. El resultado, al menos para los autores de The secret liberalization of animal drugs, ha sido globalmente positivo y, como consecuencia, sugieren algo similar para el mercado de las medicinas para humanos.

Bryan Caplan se pregunta aquí hasta qué punto a la gente le importa realmente la desigualdad estudiando en qué medida emigra a hacia lugares donde esta es menor. Sale lo que cabe esperar (dado que lo ha publicado quien lo ha publicado).

En el campo de refugiados de Dzaleka, en Malawi, todo el mundo recibe nueve dólares al mes y prácticamente no puede trabajar. Eso configura una economía única que explora este artículo. Leyéndolo a uno se le ocurren guiones para una película de ciencia ficción distópica alrededor del concepto de renta básica universal.